B5/8. Las relaciones internacionales del período de Entreguerras, la distensión, el revanchismo y los virajes hacia la guerra.
DISCORDIA E INESTABILIDAD EN LA POSGUERRA: 1919-1923
El comienzo de los años veinte estuvo dominado por los problemas derivados de las debilidades de la paz y de la difícil reconstrucción de la posguerra. Los Tratados de París dejaron una paz inestable: una Alemania resentida, una Francia a la defensiva y una Italia decepcionada. La Sociedad de Naciones, amén de sus deficiencias de partida, estaba todavía consolidándose y organizándose; Estados Unidos volvió a su tradicional aislacionismo, mientras la URSS emprendía el camino hacia la construcción del socialismo. No faltaron durante el periodo golpes de fuerza y guerras abiertas.
ALEMANIA DEBE PAGAR
DOCUMENTAL DE LA BBC SOBRE LAS REPARACIONES DE GUERRA
Los alemanes respondieron con la resistencia pasiva, el gobierno financió una huelga general mediante la emisión de papel moneda cuyo valor desapareció. El resultado fue el caos financiero; finalmente suspendieron la resistencia y se avinieron a negociar.
Los gobiernos de los vencedores se dieron cuenta de que las economías de las distintas naciones estaban tan relacionadas que el hundimiento de una de ellas afectaría directamente a las demás. Paradójicamente éste fue el resultado positivo de la crisis, pues los vencederos de la Primera Guerra Mundial, mediante el llamado «plan Dawes» de 1924, renegociaron el plan de pagos, reduciendo las cantidades y facilitando con préstamos para que se recuperara la economía alemana. Además, Alemania era la barrera en Europa central ante la temida expansión bolchevique y querían evitar que se debilitara.
LA RECONCILIACIÓN: HACIA LA SEGURIDAD COLECTIVA 1924-1929
Desde 1924, el clima de discordia fue sustituido por una relativa calma internacional. Hacia ese año también se renovaron los hombres responsables de los asuntos nacionales e internacionales en la escena europea. Los ministros de Exteriores de las principales potencias eran ahora hombres moderados y amantes de la paz, que se inclinaban a la reconciliación. Por ejemplo, la nueva fase de las relaciones franco-alemanas fue en gran parte obra personal de Briand (ministro de Asuntos Exteriores de Francia) y Stressman (ministro del mismo ramo en Alemania); ambos estaban dispuestos a la negociación y el acuerdo, y a revisar algunas cláusulas del Tratado de Versalles, en el marco neutral que ofrecía la Sociedad de Naciones; durante unos años pareció que triunfaba «el espíritu de Ginebra».
¿ES POSIBLE LA REONCILIACIÓN? LOS ACUERDOS DE LOCARNO
Dentro de ese espíritu, y como medida de seguridad contra la guerra, las potencias firmaron el primer pacto multinacional de importancia: los Acuerdos de Locarno (1925), que señalan el punto álgido de la política de buena voluntad y de la seguridad colectiva. Alemania, mediante tratados con Francia y Bélgica, aceptó la situación de las fronteras occidentales (donde se encontraban Alsacia y Lorena), con la «garantía» de Reino Unido e Italia. Respecto a las fronteras alemanas del este con Checoslovaquia y Polonia, no quedó zanjada la cuestión, pero se comprometieron a que cualquier posible cambio se encaminaría por la vía de la negociación o el arbitraje internacional. Existía, pues, un «Locarno del oeste», pero no un «Locarno del este»; sería precisamente en las fronteras de Checoslovaquia y Polonia donde catorce años más tarde comenzaría la Segunda Guerra Mundial.
Otro momento cumbre de la política de seguridad colectiva lo representa el Pacto Briand-Kellog de 1928, llamado así por los políticos que lo propusieron (el ministro de Asuntos Exteriores francés y el secretario de Estado -encargado de la política exterior- estadounidense). Era en extremo idealista pues confiaba en que declarando la guerra fuera de la ley se conseguiría la paz; en el documento las naciones renunciaban «solemnemente» al uso de la guerra «para resolver sus disputas internacionales». Se adhirieron setenta naciones, pero no era jurídicamente vinculante y no se establecían sanciones para los casos de incumplimiento.
No obstante despertó el entusiasmo de los pueblos, logró atraerse a Estados Unidos a una política de cooperación, facilitó un mayor acercamiento franco-alemán y reforzó nuevamente a la Sociedad de Naciones bajo cuya cobertura se organizaba un futuro de paz.
LOS PRIMEROS INTENTOS DE UNIFICAR EUROPA
Dentro del mismo ambiente de conciliación aparecieron los primeros movimientos paneuropeos; Briand, “el apóstol de la paz”, recogió la idea y tomó la iniciativa de proponer en la Asamblea de la Sociedad de Naciones (1929) un reforzamiento entre los países de Europa cuya meta final serían unos Estados Unidos de Europa.
Entre 1929 y 1930 un nuevo plan, el «plan Young», para rebajar y aplazar las reparaciones alemanas y la evacuación de la Renania (ocupada por británicos y franceses), cinco años antes de lo previsto, fue la culminación este periodo de seguridad colectiva.
Parecía que la estabilidad y la confianza volvían a la política mundial, pero fue un espejismo. La incertidumbre y la tensión permanecían y no hicieron más que acrecentarse en los años treinta.
DE LA SEGURIDAD A LA CRISIS: 1930-1935
En las relaciones internacionales, los años treinta fueron el camino hacia la Segunda Guerra Mundial. Verdaderamente las condiciones eran muy difíciles, pero sabemos que, en definitiva, son los hombres con sus decisiones los que marcan el camino de la Historia en una u otra dirección.
LOS EFECTOS DE LA CRISIS
En un ambiente marcado por la crisis generalizada, por el peso de los recuerdos de la guerra del 14 y por el desafío que suponía el Estado soviético, se fueron perfilando unas potencias fuertes, Japón, Alemania e Italia, que estaban dispuestas a cambiar la situación incluso por medio de la guerra que sus dirigentes consideraban como la más alta ocasión para que los pueblos diesen lo mejor de sí mismos.
Las tres potencias tenían el convencimiento de que les aguardaba un destino superior, que no se correspondía con la situación en la que se encontraban. Por supuesto estaban decididas a desafiar a la Sociedad de Naciones que, en el marasmo que se avecinaba mostraría su inoperancia e incapacidad; su contradicción básica se hizo evidente: no se podía organizar el mundo sobre el compromiso de evitar la guerra si había algún Estado que no respetaba este compromiso.
Japón tenía un régimen similar a los de Alemania e Italia en bastantes aspectos y aspiraba a un imperio en expansión y a unos mercados crecientes. Hacia 1927 controló el poder un grupo de ideología extremadamente nacionalista; procedían, en gran parte, de los antiguos miembros de los antiguos clanes liderados por los samuráis y soñaban con el día que Japón dominara todo el Asia oriental. Las barreras proteccionistas que los Estados levantaron tras la crisis les dieron la ocasión de justificar unas actitudes cada vez más agresivas y militaristas.
Del otro lado estaban los partidarios de mantener la situación; eran Estados democráticos: Reino Unido, Estados Unidos y Francia. Habían sido los vencedores de la Primera Guerra pero ya habían perdido la fe en que se pudiera construir una paz satisfactoria. Consideraban la guerra como un mal en sí mismo que había que evitar a toda costa; un pacifismo de diferentes raíces se extendía por todos ellos.
Pero la situación, enconada por la crisis económico-social, era potencialmente revolucionaria. El temor a que creciera la oleada revolucionaria era tal que las clases dirigentes de Francia y Reino Unido, como había pasado antes con las alemanas, profesaban una sorda complicidad con el orden fascista frente a la revolución.
El resultado fue que las democracias intentaron apaciguar a toda costa a los Estados militaristas éstas arruinaban otros territorios, las fronteras y los principios acordados en 1919.
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LOS PRIMEROS CONFLICTOS DE LA DÉCADA DE 1930
Primero empezó Japón. Sus apetencias sobre China desembocaron en la invasión de Manchuria, en 1931, que fue declarada poco más tarde Estado independiente con el nombre de Manchukuo, transformado en protectorado japonés. Las sanciones de la Sociedad de Naciones fueron mínimas y nadie se atrevió a intervenir. La respuesta de Japón fue abandonar la Sociedad en 1933; por primera vez una potencia podía, ante la permisividad internacional, apoderarse de parte de otro país y administrarlo a su gusto.
En Alemania, la subida de Hitler al poder (1933) cambió el panorama internacional. Desde el principio sus objetivos fueron agrupar en el Reich a los alemanes que vivían fuera de sus fronteras -Gran Alemania- y dotar al nuevo imperio de unas poderosas fuerzas armadas para, por último, emprender la conquista del espacio vital (su lebensraum).
EL ÚLTIMO EMPERADOR (1987) B. Bertolucci. Este film, ganador de varios Óscar muestra la vida del último emperador chino Pu-Yi, reinó siendo un niño, tras su caída gobernó Manchuria como soberano títere de los japoneses y finalmente fue capturado por los comunistas y reeducado. Murió en 1967 trabajando como jardinero.
Estos planes significaban la destrucción del sistema internacional salido de Versalles y los acuerdos posteriores. Precisamente la revisión del Tratado que había humillado a Alemania era un punto central de su programa. Año tras año, utilizó una táctica gradual, a base de provocaciones y promesas de contención, que jugaba con los temores y las esperanzas de las democracias.
En 1933, nada más tomar el poder, retiró bruscamente a Alemania de la Sociedad de Naciones y de la Conferencia de Desarme que se celebraba en Ginebra, mientras que la URSS era admitida en 1934.
En 1935 Hitler incorporó el Sarre al Reich, por medio de un plebiscito, que ganó después de una intensa campaña de agitación. Acto seguido convirtió en rearme público lo que venía siendo un rearme clandestino; proclamó abiertamente la reconstitución de la aviación y el ejército y la implantación del servicio militar obligatorio; también empezó la construcción de una zona de fortificaciones conocida como la Línea Sigfrido. Ninguna reacción enérgica se produjo por parte de los demás Estados, incluidos los democráticos.
Ahora le tocaba a Italia. Mussolini también tenía ambiciones imperiales y le convenía una política expansionista para buscar el respaldo del pueblo italiano. En 1935 atacó Etiopía; este país apeló a la Sociedad de Naciones, que impuso a Italia unas sanciones económicas que fueron ignoradas por todas las potencias. De nuevo las democracias claudicaban ante una potencia fascista y el incidente servía para aproximar Italia a Alemania. En 1937 Italia abandonó la SDN.
HACIA LA GUERRA: 1936-1939
Otra vez actuó Hitler. En 1936 rechazó los acuerdos de Locarno y ocupó militarmente Renania, que desde el Tratado de Versalles estaba desmilitarizada como zona de seguridad. Tampoco ahora dieron una respuesta contundente ni Francia ni Reino Unido; quizás, en aquel momento, Hitler pudo haber sido frenado, pues su fuerza militar no era todavía aplastante y aún no contaba con el respaldo de una sólida industria de guerra.
EL PREÁMBULO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y LA INVASIÓN DE CHINA
En Europa se comenzaron a alinear los fascistas por un lado y los antifascistas por otro. El terror rojo había ido cediendo terreno a medida que se incrementaban las agresiones.
La política de los Frentes Populares dio sus frutos; su triunfo en España fue respondido con una sublevación militar que desembocó en la Guerra Civil de 1936 a 1939. El mundo occidental se dividió entre los partidarios del fascismo y los defensores de la libertad. La mayor catástrofe de nuestro país en el siglo XX se convirtió en un ensayo a pequeña escala de las armas y las estrategias de bombardeos a la población civil que aterrorizaron a Europa poco después; también se perfilaron los bloques y las ideologías que se enfrentarían en la contienda mundial. Alemania e Italia se volcaron desde el principio en ayudar a los golpistas de Franco.
La Unión Soviética simpatizaba con el gobierno legal de la República; fue de la única potencia que recibió algún apoyo militar, aunque ínfimo comparado con el que contaban los nacionales. Al mismo tiempo, miles de voluntarios antifascistas llegaban desde Estados Unidos y los países de Europa en ayuda de la República, eran las Brigadas Internacionales. Reino Unido estaba decidida a mantenerse neutral a toda costa y Francia, al verse sola, siguió su ejemplo. Los dos países (en especial Reino Unido) promovieron el Comité de No Intervención encargado de vigilar que no se enviaran armas ni material de guerra a ninguno de los dos bandos. El Comité fue una farsa desde el principio de la que fue víctima la República española. Era otra forma del apaciguamiento.
EL APACIGUAMIENTO. La política exterior de Hitler a partir de 1935, contrasta con el apaciguamiento llevado a cabo por las democracias, el camino hacia la II Guerra Mundial queda fielmente reflejado.
La guerra de España contribuyó a aproximar a los enemigos de la democracia. En 1936 Hitler y Mussolini llegaron aun acuerdo de cooperación: el «Eje Roma-Berlín», llamado así porque alrededor de él debía girar el mundo. El mismo año Alemania firmó con Japón el Pacto Anti-Komintern, al que se adhirió Italia en 1937; aunque se planteaba como una lucha contra el comunismo, cada uno de los gobiernos trababa de buscar respaldo a sus crecientes exigencias.
En 1937 estalló «el incidente de China». Era, en realidad, la invasión en toda regla de China por parte de Japón desde sus posiciones de Manchuria. La experiencia de Manchukuo le había enseñado las ventajas económicas de la ocupación y que no corría ningún riesgo con ello, debido a la persistente pasividad de las potencias mundiales, que además ahora estaban muy preocupadas por las crisis que estallaban en Europa. La guerra con China sería el comienzo de la guerra mundial en Asia.
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LA CREACIÓN DEL GRAN REICH
En 1938 Alemania consideró llegado el momento de la conquista; Hitler se sentía seguro de su fuerza militar y, según su plan, una vez aniquiladas las cláusulas de Versalles, podía construir la Gran Alemania. Su decisión y la incapacidad, o la falta de voluntad, de las democracias liberales le permitieron llegar muy lejos. Cada vez que exigía un nuevo territorio esgrimía el único punto que le interesaba de los principios de los Aliados al acabar la Gran Guerra, el principio de la unidad nacional. Afirmaba reclamar nada más que lo que por derecho le pertenecía: las tierras habitadas por gentes de habla alemana.
Empezó por Austria; realizó el Anschluss sin dificultad en marzo de 1938; un plebiscito posterior ratificó la anexión. La alarma era creciente, pero las potencias occidentales se limitaron a protestar; fue necesaria la crisis de Checoslovaquia para que la opinión pública, sobre todo la inglesa, reaccionara.
Checoslovaquia era el único país democrático que quedaba en Centroeuropa y conducía una inteligente política de convivencia con varias minorías; estratégicamente el país era la llave de Europa y se introducía como una cuña en el nuevo Reich. Allí vivían unos tres millones de alemanes en la región de los Sudetes. Hitler defendía la incorporación de esta región a Alemania; para prepararla lanzó una de sus habituales campañas de propaganda acusando a los checos de opresión. Praga, a pesar de que temía lo peor, no estaba dispuesta a ceder la región. Tras unas primeras declaraciones de Reino Unido, Francia y la URSS, pareció que el Führer cedería pero al poco tiempo volvió a la carga, asegurando que no aspiraba a nada más.
El espectro de la guerra se cernía sobre el centro del continente, pero de nuevo llegó el apaciguamiento. A instancias del británico Chamberlain, Mussolini sugirió la celebración de una reunión para resolver la crisis. En septiembre de 1938 se reunieron Chamberlain y el francés Daladier en la Conferencia de Múnich con Mussolini y Hitler. Allí decidieron los occidentales confiar en la palabra de Hitler al precio de sacrificar Checoslovaquia. Solo la URSS criticó duramente lo que ocurrió en Múnich. La opinión pública, en general, respiró aliviada. No tardarían mucho en darse cuenta del error, incluso los responsables del acuerdo.
En marzo de 1939 las tropas alemanas entraban en lo que quedaba de Checoslovaquia. Bohemia y Moravia, las partes realmente checas, pasaron a ser un protectorado alemán y declaró Eslovaquia «independiente» bajo la tutela germánica. Checoslovaquia desaparecía del mapa. Era la primera vez que el Reich absorbía a un pueblo no alemán; había comenzado la etapa de la conquista del espacio vital.
Animado por la situación, Mussolini reanudó su política expansionista; en abril del mismo año las tropas italianas desembarcaban en Albania y la incorporaban al reino de Italia. El 22 de mayo Alemania e Italia reforzaban sus alianzas firmando el Pacto de Acero por el que se comprometían a apoyarse en caso de guerra.
EL FIN DEL APACIGUAMIENTO
Las acciones de las potencias agresoras habían puesto fin a la política de apaciguamiento de las democracias; la espantosa evidencia de que Hitler era insaciable condujo al enfrentamiento que tanto se había querido evitar. El siguiente objetivo de Hitler era «el pasillo polaco». Francia y Reino Unido advirtieron de que no tolerarían una agresión más y ofrecieron garantías a Polonia, a Rumania (también en el punto de mira de la voracidad alemana) y a Grecia (objetivo de Mussolini, tras Albania). Previendo el conflicto, con una Sociedad de Naciones casi inexistente, Reino Unido y Francia trataron deformar un «frente contra la agresión»; ahora trataron de incluir a la Unión Soviética que habían despreciado en Múnich, pero no iba a ser fácil.
Los países ahora amenazados por Alemania formaban parte del cordón sanitario en torno a la URSS y eran profundamente antisoviéticos, no querían recibir la garantía de una potencia a la que temían. Los soviéticos, por su parte, sospechaban, quizás con razón, que las democracias occidentales preferían dejar el camino libre hacia el Este y alejar el peligro nazi de la frontera occidental; tampoco estaban muy seguros de que las democracias detuvieran el golpe a Polonia, y si éstas fallaban se encontrarían a los alemanes en su frontera. De esta compleja conjunción de circunstancias nació un pacto que conmocionó al mundo antifascista; el 23 de agosto de 1939 la Alemania hitleriana y Stalin firmaron un tratado de no agresión y amistad.
El pacto germano-soviético de no agresión era más bien un pacto de agresión contra Polonia; un protocolo secreto preveía un reparto del país entre las dos potencias. A cambio, los soviéticos no intervendrían en caso de una guerra alemana con las democracias. Alemania se deshacía de un «segundo frente» que tanto había obsesionado a Bismarck.
Todos se dieron cuenta de que el pacto significaba la guerra. Todas las negociaciones de última hora fracasaron. El día 1 de septiembre el ejército alemán entraba en Polonia. El día 3 del mismo mes Francia y Reino Unido declaraban la guerra a Alemania; Italia se manifestaba en un curioso estado de «no beligerancia». Una generación de europeos iba a vivir su segunda guerra, que pronto se convertiría en mundial.
B5/5.3. Analiza a partir de diferentes fuentes contrapuestas las relaciones internacionales anteriores al estallido de la II Guerra Mundial.
VAMOS A SEGUIR CON EL EJE CRONOLÓGICO QUE VENIMOS HACIENDO DESDE EL PUNTO 4, QUE HACÍA REFERENCIA AL FASCISMO Y AL QUE AÑADIMOS LOS ACONTECIMIENTOS Y PROCESOS HISTÓRICOS RELACIONADOS CON EL NAZISMO. AHORA AÑADIREMOS 10 ACONTECIMIENTOS Y/O PROCESOS HISTÓRICOS RELACIONADOS CON LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS. RECUERDA QUE PUEDES USAR EL EJEMPLO QUE TIENES MÁS ABAJO O SEGUIR CON EL EJE QUE TÚ MISMO HAYAS DISEÑADO:
- CRISIS DE LOS SUDETES
- INVASIÓN DE MANCHURIA
- INVASIÓN DE POLONIA
- INVASIÓN DE CHECOSLOVAQUIA
- OCUPACIÓN MILITAR DE RENANIA
- NACIMIENTO DEL EJE ROMA BERLÍN
- ANCHSLUSS
- TRATADOS DE LOCARNO
- OCUPACIÓN DEL RUHR
- INVASIÓN DE ETIOPÍA
PROPUESTA PARA EL TRABAJO INDIVIDUAL RELACIONADO CON LOS DERECHOS HUMANOS
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ASIA EN EL PERIODO DE ENTREGUERRAS