UNA SOCIEDAD INDUSTRIAL
Una de las primeras consecuencias de la industrialización fue la modernización de la sociedad europea, esta modernización estuvo unida al desarrollo industrial. Por esa razón, nos referimos a la nueva sociedad como industrial. En cualquier caso, la industrialización no afectó por igual a todas las regiones. A mediados del siglo XIX convivían en Europa tres tipos de sociedades:
- Sociedades rurales tradicionales. La mayor parte de la población se dedicaba a la agricultura; otros grupos sociales importantes eran los comerciantes, artesanos y profesionales liberales. Este modelo social era dominante en Portugal, España, Italia, los Balcanes y el este de Europa. En él, un pequeño grupo de grandes terratenientes poseía la mayoría de la tierra y, con ella, el poder social, económico y político. Los trabajadores asalariados de esta sociedad se conocerán como jornaleros, eran campesinos sin tierra que trabajaban solo en temporadas de cosecha y sus salarios eran inferiores a los de los trabajadores de las fábricas. Cuando tomaron conciencia de clase se adhirieron a los movimientos obreros más radicales como el anarquismo.
- Sociedades rurales evolucionadas. La actividad básica era la agricultura de mercado, favorecida por el crecimiento demográfico y urbano, que estimulaba la demanda de alimentos. Los miembros de estas sociedades tenían interés en la tecnificación de las labores agrícolas para aumentar la productividad. Las tierras pertenecían a los nobles, la gran burguesía agraria y los campesinos ricos. Este modelo social se identificaba con algunas regiones del Reino Unido, los EUU y Latinoamérica. En estas sociedades también existían jornaleros, pero cada vez menos ya que la tecnificación de la agricultura hacia cada vez menos necesaria la mano de obra, que ante la posibilidad de emigrar a zonas industrializadas del Reino Unidos y los EEUU (en este país el éxodo rural se produjo tras la Guerra de Secesión y la abolición de la esclavitud en 1865) dejaban el campo para siempre.
- Sociedades urbanas. Eran aquellas en las que ya se había dado un proceso de industrialización y se había producido un intenso éxodo rural. Estas sociedades existían en la áreas económicamente más activas del Reino Unido, Francia, Países Bajos, Alemania, Bélgica y norte de Italia. Estaban formadas por tres grandes grupos: la burguesía industrial, las clases medias y una gran mayoría de población proletaria (obreros en las fábricas, servicio doméstico, etc.). El proletariado se hacinaba en la periferia, en barrios construidos junto a las industrias, que carecían de servicios básicos, como alcantarillado, agua corriente o iluminación. La concentración de trabajadores de la industria en las ciudades y sus penosas condiciones de vida contribuyeron a la toma de conciencia de la clase obrera, que se acerco a movimientos como el socialismo.
EL PREDOMINIO BURGUÉS
Otra consecuencia fue el ascenso de la burguesía, que se convirtió en el grupo social más poderoso de la nueva sociedad industrial. No formaba una clase social homogénea, sino que dentro de ella existían diferencias notables de mentalidad, formas de vida y niveles de riqueza. Parte de la burguesía estaba vinculada a las actividades industriales, pero otra parte siguió obteniendo sus rentas de la agricultura.
LA FORMA DE VIDA DE LA NUEVA ÉLITE SOCIAL
A comienzos del siglo XIX, la cúspide de la sociedad estaba formada por parte de la aristocracia y algunos sectores de la alta burguesía. A lo largo del siglo XIX la aristocracia fue perdiendo influencia frente a la alta burguesía.
La nueva élite o minoría dirigente basaba su primacía en la propiedad y la riqueza. Por eso se le ha llamado plutocracia (de plutos, que quiere decir dinero en griego). A este grupo solo tenían acceso los más ricos y de él quedaban excluidos quienes no poseyeran suficiente patrimonio (muchos aristócratas y la gran masa de la media y baja burguesía).
Al tiempo que incrementaba su riqueza, la élite ganaba influencia social y política. Su estilo de vida opulento y ostentoso imitaba las pautas de conducta de la antigua nobleza: los modelos educativos en los mismos colegios, el mecenazgo de artistas y científicos mediante la creación de fundaciones, y el boato de sus ropas, casas, fiestas y carruajes.
Sin embargo, había grandes diferencias entre la antigua nobleza y la alta burguesía. Esta última apostaba por el progreso económico, dirigía sus negocios y dedicaba menos tiempo al ocio. También hacía alarde de que el patrimonio heredado no era la base de su riqueza, sino que esta procedía del esfuerzo individual. Defensora del orden y de la propiedad, su ética se resumía en las virtudes del ahorro, la importancia de la vida familiar, la dignidad del trabajo y del esfuerzo y el respeto a la práctica religiosa.
El papel de este grupo social en la industrialización fue decisivo debido a que invirtió sus capitales en las nuevas industrias y las dirigió usando su mentalidad emprendedora.
Este modelo social era muy común en el Reino Unido a finales del siglo XIX, algo menos en Alemania y poco frecuente en Rusia, Italia, España y Francia.
LA FORMA DE VIDA DE LAS CLASES MEDIAS
El término clases medias comenzó a utilizarse en el Reino Unido para designar a los profesionales y hombres de negocios que se distinguían, tanto de la nobleza y la gran burguesía como de los trabajadores agrícolas e industriales. Sin embargo, su significado fue acercándose cada vez más al de burguesía media o baja. Estos grupos fueron los que encarnaron el típico “estilo de vida burgués“.
- La burguesía media era dueña de pequeños negocios o realizaba actividades profesionales que le permitían llevar una vida desahogada, pero sin hacer excesivos dispendios. Sus miembros dedicaban casi todo su tiempo al trabajo y poco al ocio, eran sinceros defensores del orden y poseían un acusado sentido de la propiedad. El decoro, la dignidad, la discreción y la honradez formaban parte de su bagaje ético e ideológico. Cualquier comportamiento inadecuado debía mantenerse en silencio, lo que daba lugar a una doble moral, en la que eran más importantes las apariencias que la realidad.
- La clase media baja o pequeña burguesía vivía de su trabajo. Eran asalariados cualificados y funcionarios públicos y tenían un escaso poder económico, aunque solían guardar las apariencias. La educación era muy elemental en las mujeres y, en los hombres, dependía de la profesión. Dedicaban todo su esfuerzo al trabajo, sin apenas tiempo para el descanso o el ocio. La mujer hacía todas las tareas domésticas e incluso trabajaba en casa como costurera, sombrerera o modista. Esta pequeña burguesía participó activamente en las luchas políticas y sociales del siglo XIX, proponiendo reformas al sistema liberal de corte progresista, el mejor ejemplo es el sufragio universal masculino o incluso lideraron ideológicamente la lucha obrera
LOS PROBLEMAS SOCIALES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
Sin duda, una de las consecuencias más importantes de la industrialización fue la aparición del proletariado, un nuevo grupo social integrado por los obreros de las industrias. Sus penosas condiciones de trabajo y de vida fueron uno de los efectos más notables de la Revolución Industrial.
LA FORMACIÓN DE LA CLASE OBRERA
Los orígenes del proletariado eran muy diversos:
- Campesinos que habían sido incapaces de asegurarse el sustento tras la pérdida de las tierras comunales y cuyo trabajo en las actividades agrarias ya no era necesario debido al uso de maquinaria en muchas tareas.
- Empleados del sistema de trabajo a domicilio (domestic system) que no pudieron hacer frente a la competencia de las modernas fábricas.
- Artesanos provenientes de los gremios de las ciudades cuyos talleres cerraron.
La introducción de las máquinas en el proceso productivo dio origen a la clase obrera. Antes de la Revolución Industrial cada oficio era controlado por un gremio y los trabajadores debían tener una cierta destreza para desarrollar bien su labor. Las máquinas permitieron prescindir de la “pericia” de los artesanos y contratar mano de obra barata que no necesitaba formación.
CONDICIONES DE TRABAJO
Como ya adelantamos en el epígrafe anterior, las empresas tenían como objetivo principal obtener el máximo beneficio, por encima de cualquier otra consideración, por lo que las condiciones de trabajo de los obreros no eran una preocupación para los empresarios, no importaba si estas condiciones podían causarles graves problemas de salud o incluso la muerte, la oferta de mano de obra parecía inagotable y si un obrero no aceptaba o soportaba estas duras condiciones otro lo haría:
- Las jornadas eran agotadoras (14-16 horas diarias)
- Se desarrollaban en ambientes laborales muy duros (ruido, humos, falta de higiene…)
- Con una estricta disciplina (despidos sin motivo, castigos, penalizaciones…)
- Los salarios apenas permitían la supervivencia: se cobraba únicamente por jornada trabajada, y en caso de enfermedad o día de fiesta, no había remuneración.
- Para sobrevivir era indispensable que trabajasen también mujeres y niños, con salarios mucho más bajos.
En la ciudad, los campesinos proletarizados habían perdido la mayoría de sus referentes. Los horarios y el ritmo de trabajo ya no dependían de la luz solar o de la estación del año, sino del reloj y del capataz de la fábrica. Los ancianos y los niños no eran una ayuda en las tareas agrícolas sino una boca que alimentar. Las costumbres, fiestas o relaciones sociales agrarias, fraguadas durante siglos, desaparecieron. De este modo, los obreros vivieron, en los primeros tiempos, una situación de desconcierto y tuvieron que ir adaptándose a unas nuevas formas de trabajo y de vida muy difíciles. La falta de adaptación supuso en muchos casos problemas psicológicos, de alcoholemia e incluso suicidio.
Además, la existencia de leyes antiasociativas, como las Combination Acts inglesas (1799-1800) o la Ley Chapelier francesa (1791), impedían cualquier tipo de asociación de trabajadores para defender sus intereses.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, aunque se consiguió algún derecho laboral, las condiciones se deshumanizaron todavía más: se generalizó el trabajo en grandes fábricas en las que los obreros no se conocían entre sí y tenían que someterse a la autoridad de un capataz o un jefe. El nuevo trabajo era mecánico y rutinario, con un ritmo marcado por las máquinas, lo que alienaba completamente al obrero. Mientras los artesanos desarrollaban un trabajo de calidad y podían ser promocionados si eran eficientes, en las fábricas los obreros carecían de derechos y perspectivas de mejora social o profesional.
“Los dueños de las fábricas, ansiosos por mantener en funcionamiento sus máquinas día y noche mientras la industria fuera próspera, ocupaban a hombres, mujeres y niños en jornadas de trabajo de doce a dieciséis horas, de día y de noche.
Cuando comenzaba un período de dificultades económicas con baja en las ventas, los empresarios no dudaban en deshacerse de la fuerza de trabajo: despedían a muchos trabajadores, ya que en la puerta de la fábrica una larga fila de desocupados esperaba el momento en que los propietarios de las fábricas decidieran poner nuevamente en funcionamiento sus máquinas.
Cuando los patronos querían aumentar la producción hacían trabajar más duramente a sus trabajadores. Cuando era necesario reducir la producción, despedían a un número determinado de trabajadores o contrataban personal eventual para que trabajara sólo unas cuantas semanas o meses a cambio de sueldos miserables.
Las jornadas diurnas y nocturnas, absurdamente largas, deben haber provocado una disfunción en la eficacia de los trabajadores; durante algunas de estas interminables horas, el trabajo debe haber dado resultados negativos en vez de positivos”.
Deane. La revolución Industrial en Gran Bretaña. 1953.
“Las influencias desfavorables, en los obreros, del trabajo de la fábrica son:
- La desagradable necesidad de constreñir sus esfuerzos intelectuales y físicos a un paso igual al del movimiento de la máquina (…)
- La persistencia en una posición recta, por espacios de tiempo demasiado largos (…)
- La privación del sueño por la larga jornada de trabajo (…) Los locales de trabajo, frecuentemente, son bajos, deprimentes, polvorientos y húmedos, el aire impuro, la atmósfera recalentada, y continua transpiración (…) El muchacho de la fábrica no tiene un momento libre fuera del destinado a almorzar, y sólo entonce sale al aire libre (…)
Engels. La situación de la clase obrera. (Informe del Dr. D. Barry). 1845.
“En esta fábrica trabajan mil quinientas personas, y más de la mitad tienen menos de quince años. La mayoría de los niños están descalzos. El trabajo comienza a las cinco y media de la mañana y termina a las siete de las tarde, con altos de media hora para el desayuno y una hora para la comida. Los mecánicos tienen media hora para la merienda, pero no los niños ni los otros obreros (…).
Cuando estuve en Oxford Road, Manchester, observé la salida de los trabajadores cuando abandonaban la fábrica a las doce de la mañana. Los niños, en su casi totalidad, tenían aspecto enfermizo; eran pequeños, enclenques e iban descalzos. Muchos parecían no tener más de siete años. Los hombres en su mayoría de dieciséis a veinticuatro años, estaban casi tan pálidos y delgados como los niños. Las mujeres eran las de apariencia más saludable, aunque no vi ninguna de aspecto lozano (…). Aquí vi, o creí ver, una raza degenerada, seres humanos achaparrados, debilitados y depravados, hombres y mujeres que no llegarán a ancianos, niños que nunca serán adultos sanos. Era un espectáculo lúgubre (…)”
Charles Turner Thackrah. Los efectos de los oficios, trabajos y profesiones, y de las situaciones civiles y formas de vida, sobre la salud y la longevidad. 1832.
EL TRABAJO INFANTIL Y FEMENINO
Antes de la Revolución Industrial, mujeres y niños trabajaban en todo tipo de tareas en el campo, el taller familiar o la casa. La escolarización era poco común y la mayor parte de hogares tenían que recurrir a la mano de obra infantil para sacar adelante a la familia. Bajo el mismo techo solían vivir varios familiares emparentados (padres, hijos, tíos, sobrinos…) y todos ellos trabajaban en la confección de ropa en el pequeño taller doméstico o en otras tareas, generalmente agrícolas.
No obstante, algunas tareas estaban asignadas a las mujeres: sombrerera, corsetera, modista, hiladora, lechera o criada. Los sueldos eran muy bajos, pero completaban los escasos ingresos de la unidad familiar, que apenas permitían sobrevivir.
Con la industrialización las mujeres adquirieron mayor presencia en algunos trabajos, como el servicio doméstico, la industria textil (hilado, confección) y las minas. Especialmente duro era el trabajo en las minas arrastrando vagonetas por túneles y galerías. Las mujeres eran preferidas para estas tareas porque sus cuerpos eran de menor envergadura que los de los hombres. Hubo, sin embargo, pocas mujeres trabajando en la siderurgia, la metalurgia, los puertos y la construcción.
Las mujeres realizaban las mismas jornadas y las mismas tareas agotadoras que los varones. A pesar de ello, sus salarios eran sustancialmente inferiores a los de los hombres (ya de por sí muy bajos).
En general, había una opinión favorable a la existencia del trabajo infantil. Predominaba la idea de que el trabajo era bueno para los niños porque les hacía útiles para la sociedad, les permitía ayudar a sus familias y madurar antes.
Los niños y las niñas realizaban largas jornadas de doce horas diarias, que a veces llegaban a las dieciséis, y percibían salarios más bajos que los de los adultos. Una muestra de la eficacia laboral del trabajo infantil es que hacia 1820 un niño con dos telares podía producir quince veces más que un artesano rural. La asistencia de los niños a la escuela era poco frecuente: tan solo dos o tres años de su vida, lo justo para aprender a leer y escribir y adquirir unos conocimientos mínimos.
La legislación protectora de la infancia fue escasa y se aplicó sin demasiado interés. La prohibición del trabajo a menores de nueve años fue establecida en el Reino Unido por la Factory Act (Ley industrial) de 1833, pero apenas se cumplió. Solo a partir de 1844 la situación de la infancia comenzó a mejorar. Aun así, en la Inglaterra de mediados del siglo XIX trabajaba más de un tercio de la población menor de 15 años.
Declaraciones de la niña Sarah Gooder, de ocho años de edad. Testimonio recogido por la Comisión Ashley para el estudio de la situación en las minas, 1842
John Alkln. A description Of the country from thirty to forly miles round Manchester. Londres. 1795.
LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS SOCIALES
La última consecuencia de la industrialización sería que la sociedad liberal había generado profundas desigualdades en la primera mitad del siglo. Numerosos intelectuales (escritores, filósofos, políticos) y artistas tomaron conciencia de la miseria y desamparo en los que se encontraba la clase trabajadora y de la violencia social que su descontento generaba.
Nació así la denominada cuestión social, es decir, la preocupación por las consecuencias sociales que provocaba la industrialización:
- La burguesía liberal defendía que los obreros debían intentar mejorar sus vidas por sí mismos sin ayuda por parte del estado, a partir del trabajo, la disciplina y el sacrificio
- Otro sector consideraba necesario cambiar o reformar el sistema económico (John Stuart-Mill y Thomas Hill Green)
- Por su parte los propios obreros, tras el fracaso de las Revoluciones de 1848, constataron la necesidad de derribar el estado liberal-burgués, que les había abandonado y crear una nueva forma de gobierno, pero para eso necesitaban una teoría política en la que apoyarse, que no llegará precisamente hasta 1848 de mano de Karl Marx y su “Manifiesto Comunista”. Previamente a 1848, la lucha del proletariado había consistido en una serie de movimientos sin el objetivo de alcanzar el poder del estado: el ludismo, las hermandades de trabajadores o sindicatos y el cartismo.
EL LUDISMO
La nueva organización del trabajo y la introducción de máquinas no solo deterioró las condiciones laborales, sino que provocó una pérdida de puestos de trabajo: de este modo, de las 800.000 personas que en el año 1800 trabajaban en los telares manuales de Gran Bretaña, en 1834 solo quedaban 200.000.
Ante esta situación, durante las primeras décadas del siglo XIX se produjeron numerosas protestas contra el nuevo sistema fabril. Pero la imposibilidad de organizarse de forma legal conducía a los asalariados a participar en revueltas espontáneas y violentas. El primer ministro británico William Pitt, ante el temor de motines populares, promovió las Combination Laws de 1799-1800, que prohibieron cualquier asociación con fines laborales. Esta legislación fue el resultado del miedo producido por los acontecimientos que tuvieron lugar durante la Revolución francesa.
A menudo, las acciones de los luditas se dirigían contra las máquinas, a las que consideraban responsables del paro y de la bajada de los salarios, y contra los amos y el gobierno que los protegía.
Esta primera forma de organización y resistencia de los obreros recibe el nombre de ludismo, en referencia al nombre de un personaje inglés mítico, el capitán Ned Ludd. Las revueltas ludistas nacieron en Inglaterra entre 1811 y 1816, y se extendieron por todo el continente. En España, las revueltas ludistas más importantes se produjeron en 1821, en Alcoy, y en 1835, en Barcelona.
De este modo, la destrucción de máquinas se convirtió en una defensa del puesto de trabajo y también en una manera de presionar e intimidar a los empresarios en momentos de conflicto laboral.
Annual Register, 26 de abril de 1812
LOS PRIMEROS SINDICATOS EN EL REINO UNIDO
En 1819 se produjo en Manchester la masacre de Peterloo. En la llanura de Saint Peter en esta ciudad se congregaron más de 100.000 manifestantes de forma pacífica para pedir la revocación de las leyes que gravaban la importación de grano, incrementando el precio del pan. Sin previo aviso, el ejército disparó contra la multitud. Hubo 11 muertos y casi 200 heridos graves.
La represión produjo en todo el país un movimiento de solidaridad con las víctimas, a las que se llamó “héroes de Peterloo” por alusión a la reciente victoria contra Napoleón en la batalla de Waterloo. Este suceso favoreció la toma de conciencia de la sociedad británica sobre los problemas de la clase trabajadora.
Este clima social empujó al Gobierno a legalizar las asociaciones obreras. La ley de 1824 desató una intensa actividad sindical (huelgas, manifestaciones…), lo que hizo que el Parlamento aprobara en 1825 una nueva ley que incluía la huelga o los boicots dentro de la Ley de Conspiración, ley que consideraba toda acción contra la monarquía o el orden como un crimen. Ni los sindicatos ni las huelgas eran legales, aunque no era delito pertenecer a las asociaciones obreras. Es en este momento cuando aparecen los primeros sindicatos de clase como el Grand General Union of Operative Spinners of the United Kingdom. Pero la lucha no se detuvo. Desde 1830 hubo varios intentos de formar una gran unión sindical. Esta se logró gracias a Robert Owen. En 1834 se fundó el Gran National Consolidated Trades Union.
Owen propugnaba que los sindicatos se apropiaran de las principales industrias y las gestionaran directamente, dejando al margen a los patronos. Este sindicato desapareció uun año más tarde por las huelgas locales que agotaron sus fondos y el procesamiento de algunos de sus dirigentes.
EL CARTISMO
Este primer fracaso del sindicalismo inglés hizo que muchos obreros se pasaran al cartismo, que fue la primera expresión política del movimiento obrero. Tuvo su origen en la Asociación de Trabajadores de Londres, fundada en 1836 y movilizó a miles de trabajadores en torno a una serie de peticiones recogidas en la Carta del pueblo, rechazadas por el Parlamento en 1838.
Entre las demandas se encontraban:
- El derecho al voto para tos mayores de 21 años
- El voto secreto
- Elecciones anuales
- Supresión del requisito de propiedad para ser miembro del Parlamento.
- Remuneración de los cargos políticos (diputados, senadores…)
Al movimiento cartista se le unió la Asociación Nacional de la Carta (NCA), que dos años más tarde presentaría al Parlamento una segunda petición con más de tres millones de firmas, que fue también rechazada. El movimiento cartista protagonizó huelgas, sabotajes, protestas y disturbios violentos. La última gran manifestación de Londres en 1848 dio paso a su disolución.
El fracaso del cartismo llevó al movimientos sindical británico hacia los métodos pacíficos y la negociación. En la década de 1850 surgieron nuevos sindicatos profesionales, de ámbito nacional, formados por obreros técnicos, que cobraban cuotas a los socios y daban beneficios a sus mutualistas. Sus dirigentes no sostenían doctrinas revolucionarias ni defendían proyectos ambiciosos. Siguiendo este modelo se crearon en Reino Unido numerosos sindicatos durante los años siguientes, como The Miners’ and Seamen’s United Association en 1851 o Trade Union Congress en 1868, hasta que entre 1871 y 1875 se aprobaron las leyes que legalizaban estas asociaciones de trabajadores (Trade Union Acts).
LOS SINDICATOS EN EL RESTO DE EUROPA
En otros países de Europa el sindicalismo se difundió al ritmo de la industrialización y teniendo como referente el caso británico. De forma paralela se desarrolló otro de los grandes ejes del movimiento obrero: el cooperativismo, tanto de producción como de consumo.
Francia
En Francia fueron apareciendo los sindicatos a medidos del siglo XIX, que se conocieron como societés de resistance. Estas sociedades empezaron a ser numerosas entre 1830 y 1840, en paralelo a los inicios de la industrialización.
Motines, protestas violentas o huelgas, como la de los trabajadores de la seda de Lyon en 1831 y 1834, culminaron en luchas callejeras que fueron reprimidas por el ejército. En la década siguiente otros conflictos similares, como los de los mineros o los carpinteros de París en 1845, fueron también sofocados con la fuerza militar.
En esa época los sindicatos eran ilegales y actuaban desafiando la ley y la autoridad. La legislación surgida tras la reacción thermidoriana fue siempre contraria a la libertad de asociación, en la que veía un elemento de inseguridad. Entre 1825 y 1847 se detenía a una media de 200 obreros cada año por formar parte de asociaciones ilegales. Pero las prohibiciones no desanimaron al movimiento obrero y, en ocasiones, los sindicatos se ocultaban simulando ser asociaciones de ayuda mutua.
La prohibición legal se mantuvo hasta 1864, fecha en que Napoleón III abolió las leyes restrictivas, pero solo si la asociación era temporal. En 1868 se autorizaron los sindicatos obreros de forma permanente; fueron tolerados, aunque no recibieron su completo reconocimiento legal hasta la Ley de asociaciones de 1884.
Alemania
En Alemania el movimiento sindical se desarrolló con lentitud. Las primeras asociaciones surgieron en la década de 1830 (Federación de los Proscritos), y entre 1830 y 1848 las corrientes socialistas y comunistas encontraron eco entre los obreros alemanes, influidos por los pensadores utópicos franceses. La Unión de Impresores de 1848, de escasa duración, fue una de las primeras asociaciones.
Hasta 1860 se consideraron ilegales todas las asociaciones obreras. Aún así en 1863 se dan los primeros pasos para fundar el SPD, el Partido Socialista Alemán. Las leyes francesas influyeron en el Gobierno prusiano, que en 1869 aprobó una ley que garantizaba el derecho de los obreros a asociarse, con la excepción de los trabajadores del campo, los marineros y los sirvientes domésticos.
En Alemania la conexión entre sindicalismo y política estuvo muy presente. Se distinguieron tres tipos de sindicatos desde la década de 1860:
- Las uniones socialistas, las más numerosas e influyentes.
- Los sindicatos liberales, que deseaban imitar el modelo británico profesionalizado y apolítico.
- Los sindicatos cristianos, que no cuestionaban el orden social y buscaban la armonía entre patronos y obreros.
El movimiento sindical fue tolerado, pero no fue plenamente legal hasta el año 1918.
W. WOLFF, Schleische Zustände Vorwärts, diciembre de 1844
España e Italia
En España e Italia el movimiento obrero fue relativamente tardío y estuvo relacionado con los inicios de la industrialización, por lo que se localizó solo en ciertas regiones industrializadas: Cataluña, algunas comarcas valencianas, Asturias y el País Vasco, en el caso de España; y la zona de Milán, el valle del Po y Turín, en el de Italia.
Tal y como ya hemos comentado, los primeros movimientos de obreros en España imitaron a los del ludismo británico durante la primera mitad del siglo XIX, pero en 1840 se creó la Asociación de Protección Mutua de Tejedores de Algodón, que dos años después tenía 50.000 afiliados.
Durante las décadas de 1840 y 1850 hubo numerosos conflictos laborales, pero no fue hasta la Revolución Gloriosa de 1868 cuando el movimiento obrero adquirió cierta importancia en el seno de la I Internacional, cuya sección española apenas llegaba a los 40.000 afiliados.
Aunque el derecho de asociación fue autorizado por primera vez en 1869 y también se recogía en la Constitución de 1876, en el año 1879 se fundaba el PSOE. Pero el reconocimiento pleno no se produjo hasta la Ley de Asociaciones de 1887, momento a partir del cual se desarrolló plenamente el movimiento sindical en España, un año después se fundaba la UGT.
En el caso de Italia las luchas sindicales tuvieron su inicio en las huelgas del textil en 1864 y 1877 y fueron desarrollándose en el tránsito del siglo XIX al XX, momento en que las luchas obreras se generalizaron por todos los países de Europa y América.
PROPUESTA PARA EL TRABAJO INDIVIDUAL RELACIONADO CON LOS DERECHOS HUMANOS
FIJÉMONOS EN LOS ARTÍCULOS 20 Y 21 DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS:
Artículo 20:
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.
2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.
Artículo 21:
1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.
UN BUEN TRABAJO PODRÍA CONSISTIR EN ANALIZAR EL PRIMER MOVIMIENTO OBRERO QUE LUCHÓ POR ESTOS DERECHOS FUE EL CARTISMO, EXAMINA A FONDO, LAS RECLAMACIONES DE ESTE MOVIMIENTO Y DESCRIBE LOS MOTIVOS POR LOS QUE FRACASÓ